Han pasado algunos días desde el fallecimiento de Mercedes Sosa. Desde el mismo día de su muerte he tratado de estar exento de presenciar, sea medíaticamente o de cuerpo presente, la liturgia necrológica.
Obviamente que tal actitud se corresponde con un intento de preservación de mí mismo. Intentaba huir a mis propias contradicciones, huir de esos pre - juicios, (viejo vicio autoritario), forjados, los de ésta índole, en épocas recientemente pasadas como universitario. En una de las facultades vinculadas al pensamiento social en la que se concebía, como un imperativo categórico, que todo agente de la cultura debía ser algo así como la encarnación de la voz de una “buena” conciencia social ilustrada, “emancipada” de los vicios y de las argucias burguesas que el estado pergeña para todos nosotr@s.
De más está decir que no pude guarecerme demasiado de mis contradicciones y acá estamos…
Desde los días de la agonía de Mercedes Sosa (y sobre todo en esos días) hasta estos días transcurridos, me ha tocado escuchar manifestaciones discursivas raras sobre el quehacer de la “Negra”, como aquella que dice “no es una música que yo escuchara”, o la que reza “no la tenía muy escuchada”.
Digo “raras” por no decir algo un poco más grosero que quizás me cueste un desatino con el tiempo. Nadie que esté rondando, viniendo desde abajo, la preocupante y psicoanalítica edad de treinta años, ni aquellos que la hayan superado holgadamente, pueden sostener semejante boludez de “no la tengo muy escuchada”, es casi lo mismo que decir no tengo escuchado “Cambalache” (digo Enrique Santos Discépolo, por las dudas yo esté equivocado) o decir no tengo escuchado a Carlos Gardel.
No hizo falta, para much@s, comprarse los discos, ni los cassetes, ni muchos menos los mp3, y sentarse en el mejor lugar del rancho, la casa, el departamento, el departamentito, la casa chorizo o donde mierda se viva como para haber escuchado a Mercedes Sosa. Ella, como algun@s otr@s, se ha escuchado aún a nuestro pesar.
Solo caben aquellas frases ninguneras, en una mezquina actitud segregacionista del acervo de la cultura popular. Actitud fea, que si bien no niega la diversidad, juega al estrabismo. Actitud de mierda que intenta operar sobre la tan poca cosa llamada Cultura, y que no puede, nunca, consumar su intención veladora. Es solo un gesto estéril, inocuo, vacista, un atisbo de elitismo que deja en ridículo al bolud@ discente.
Desde hace un tiempo quien escribe intenta despojarse de los prejuicios de la academia izquierdista, de las sogas manipuladoras de los pensamientos progresistas, y trata de no solicitarle peras al olmo, de no solicitarles a los actores, que mantienen alguna disciplina vinculada a las artes, que se conviertan en cientistas sociales, en iluminadores de nuestras conciencias. Esto sería tan injusto como pedirles a los sociólogos, politólogos, filósofos, comunicadores, etc, etc. (salvo en raras excepciones seguramente) que canten lo mínimante afinados que se requiere, como para que una vez instalados en el campo gardeliano, el propio Carlos Gardel se les cagara de risas con la misma crueldad con que se les solicita acierto en los análisis históricos sociales, a los cantantes y demás agentes de las artes.
Si somos tan inteligentes como creemos quizás sea mejor darnos cuenta de que son innecesarios esos snobismos atemporales, mezquinos. Quizás sea mejor ejercitar nuestra inteligencia en otros juegos de la lengua. De persistir en estas actitudes mezquinas, que solo quitan responsabilidad a cada cual en su menester, corremos el riesgo de malgastar las gracias de las la ironía. Conviene seguir aprendiendo en este, como seguramente en muchos otros aspectos, de Carlitos, sí Carlitos… Carlitos Marx, quien con fineza solía reírse de Proudhon con manifestaciones como: "El señor Proudhon tiene la desgracia de ser singularmente desconocido en Europa. En Francia se le conoce el derecho de ser un mal economista, porque tiene fama de ser un buen filósofo alemán. En Alemania se le reconoce el derecho de ser un mal filósofo porque tiene fama de ser un economista francés de los más fuertes. En nuestra calidad de alemán y de economista a la vez, hemos querido protestar contra este doble error"*. La altura de Marx radica en que intervenía socarronamente sobre un contrincante de su peso y de su categoría, en momentos donde se definía modelos posibles de pensar y abordar lo social.
Ah… antes que me olvide pido perdón a l@s pacat@s por los exabruptos, a l@s machistas por las arrobas, a l@s literatos y lingüistas por el mal uso de la jerga boxística, y a l@s bolud@s por la crítica.
S.Ch.
* Karl Marx, Prólogo, en "Miseria de la Filosofía", Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1981, p.9.
Fotografía extraída de http://www.mercedessosa.com.ar/
“El amor se origina de la experiencia separada y, a la vez, conjunta de la vista y el tacto. Los ojos contemplan, como espejos fieles, el objeto que miran. Así, mirarse es un reconocer para entenderse o engañar. Esta porfía de la mirada es penetrar, adentrarse en el alma del otro y, también, una búsqueda. Los ojos recorren el objeto o sujeto que tienen ante sí, lo inspeccionan, lo dividen, abandonándolo a sí mismo y, por consiguiente, respetan su originalidad. Por el contrario, las manos apresan, hacen suyo el objeto… El tocar es el principio del conocimiento. El contacto primitivo de los que empiezan a amarse es el toque superficial que, repetido, se convierte en una palpación mutua. En el frenesí cognoscitivo propio y revelador del tacto. Las manos son posesivas, y los ojos, ofrenda… viendo y tocando empezamos a crear en nosotros situaciones y actitudes amatorias.
Frente a la mano que aprieta, los ojos nos descubren lo que es en toda su amplitud.
De la práctica o ejercicio de estas conductas se origina el amor, que nace de de las experiencia cotidiana de una entrega de sí mismo y una posesión del otro.
Para ello, necesitamos situar a la persona que amamos en su generalidad objetiva. Pero no podemos limitarnos a su contemplación visual, necesitamos querer, poseer el objeto amoroso, para saber cual es utilidad a los fines vitales. Así, el amor tiene su génesis en la práctica más simple de la vida cotidiana. Es el arte de saber ver y de lograr poseer, lo cual requiere una sabiduría que se obtiene a través de un profundo aprendizaje con los ojos y las manos...
Los ojos y las manos crean así el mundo subjetivo y propio del amor. La resistencia del objeto amoroso suscita el odio, al no poder poseerlo, pero su entrega despierta el amor. Sin embargo, en las entrañas de cada ser siempre están prefiguradas la actitud generosa, entregada, que se expresa en los ojos que se dan y la egoísta, posesiva, de las manos que aferran codiciosas, pero que descubren el secreto de las cosas y de los seres”.
Carlos Gurméndez, "El Ojo y la Mano", en Estudios sobre el amor, Ed. Anthropos, Santa Fé de Bogotá, Colombia, 1994, pg. 15-17.
"El camarada Sigmund Freud escribió que el sexo, a cierta edad, es una incongruencia. El camarada Lenin, aun después del balazo con que le hirió Dora Kaplan, habría expresado su desacuerdo. ¿Qué otra cosa que el desacuerdo marca la vida de los bolcheviques?
El doctor Sigmund Freud puso en duda lo que tenía frente a sus ojos. Lenin, también.
Sólo los idiotas aceptan aquello que tienen antes sus ojos".
(Pg. 16)
"Los ricos son diferentes, sí. Pero se aburren. Y, entonces, matan.
Emoción, la de matar, que se proporcionaron los miembros de las SS y de la Gestapo, los marinos y soldados fusiladores de Trelew.
Emoción que viven, hoy, los policías del mundo, no importa el uniforme que carguen, no importa la religión que dicen profesar".
(Pg.88)
Andrés Rivera, "Despeñadero", publicado en Guardia Blanca, Ed. Seix Barral, Buenos Aires, marzo de 2009
Dentro de pocas horas, me despertaré, improvisare un desayuno y emprenderé mi viaje hacia la escuela en la que me toca votar.
Todo esto es el final de un proceso que ha llevado varios días, en los que las conversaciones y discusiones con personas muy queridas y respetadas por mí, me deja nuevamente situado en el mismo punto que cuando empezamos a dialogar sobre el futuro de nuestra ciudad, de nuestro país y de nuestros ánimos y expectativas políticas.
Por primera vez, desde que voto, me encuentro en la seria disyuntiva de avenirme a un “voto utilitario” (por llamarlo de alguna manera) que pareciera ponernos a resguardo, de los males que pergeña la derecha más concentrada y conservadora de nuestro país.
Aquí comienzan mis dolores de cabeza.
Cabe aclarar, de entrada, que no adhiero a la idea del voto utilitario como un voto que se erige en salvador de las intenciones progresistas colectivas. Al menos en elecciones legislativas, creo que es conveniente que se vean plasmadas las diferentes expectativas de los sujetos que componemos un país que asume la democracia como el mejor régimen, capaz de contenernos a todos. ¿No les parece?
Decía que los dolores de cabeza me asaltan cuando me toca revisar qué es lo utilitario y para quiénes.
¿Alguien podría sostener seriamente que el que vota a Pino Solanas, emite un voto anti-utilitario? Algún partidario de Pino Solanas, podría pensar de igual modo respecto del voto a Carlos Heller? Me parece un poco excesiva la lógica con la se intentar forzar la instalación de un discurso electoral que solo asume la bipolaridad como elementos constituyentes de un futuro (incierto) para la vida democrática de la Argentina.
¿Qué es un “voto utilitario” o “útil”? ¿Para quién lo es? ¿No sería mejor entablar una discusión profunda acerca de lo inútil que puede ser la derecha para las expectativas de la sociedad en su conjunto? ¿No sería mejor recordarnos, los unos a los otros, lo inútil que ha sido la derecha (en épocas pre electorales, electorales y post electorales) para las expectativas de los sectores más desfavorecidos por nuestro capitalismo?
Sin embargo la derecha y el progresismo se han empecinado en soportar sus estrategias en los miedos colectivos. En un lógica que excluye, lisa y llanamente, las intensiones electorales de los sujetos que creen encontrar representación en otras fuerzas políticas, que no son la dos mayoritarias, al día de hoy.
Es cierto que me asalta el miedo cuando pienso en la velocidad con que la derecha y sus diferentes sellos (PRO, PJ disidente, Coalición Cívica y siguen las firmas) han logrado recomponerse políticamente.
Es verdad que el PRO y Coalición Cívica no son lo mismo, pero detrás del PRO, en especial de su candidata Gabriela Michetti, como detrás de la referente más importante de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, no solo se juega la capacidad de tracción electoral de dos de las coaliciones políticas de este proceso electoral, sino también - y esto es lo que me parece más grave - la recomposición del poder eclesiástico. Un poder al que solo le falta recomponer la capacidad de representación simbólica frente a la sociedad, ya que su capacidad material no fue alterada seriamente en lo que llevamos de democracia. Para que ésta tarea de recomposición simbólica sea completa, necesita de la legitimación de la esfera política. Y ahí están Michetti y Carrió para tender sus manos a esa tarea.
Pero volvamos a la útil o inútil de nuestros votos.
Hace unos días me llegó una carta que leyera, oportunamente, Orlando Barone en Radio del Plata. Traigo a colación esta carta, porque otra de las problemáticas que discutimos con amigos es una formulación discursiva de nosotros, “los bien pensantes”, que dice más o menos así: “no hay que subestimar a la gente”. ¿Es una expresión de deseos? ¿Deseamos que, quienes compartimos expectativas podamos hacer el ejercicio de recordar y rememorar las tragedias políticas por las que hemos atravesado como sociedad para no volver a cometer viejos errores? Ojala sea eso.
Sin embargo quizás tenga razón la lógica que emplea Barone en su carta. Para Barone no hay otro voto posible que el voto al Kirchnerismo. Todo otro voto es de derecha, es conservador.
Barone nos subestima a todos, y quizás tenga razón en hacerlo. Quizás el conozca más profundamente que todos nosotros las buenas intenciones del Kirchnerismo y las posibles claudicaciones de Pino Solanas en jornadas venideras.
Pero quizás haya que ser más radical en esto. Si uno no deseara subestimar a la gente, debería concluir que quienes votaron a Menem por tercera vez son unos mal paridos. No subestimar implica reconocer, siempre, la responsabilidad que le cabe al sujeto que elige. Es decir implica asumir que lo elegido ha sido a conciencia.
Ahora bien sabemos que esto no es tan así, ni tan directo. Todos sabemos que los derechos civiles y políticos requieren de cierta educación y ejercicio de soberanía para poder ejercerlos de manera auténtica, y en este país seguimos lidiando contra índices de pobrezas gigantescos, de analfabetismo y demás problemas que redundan en la imposibilidad de enfrentar el ejercicio democrático con los niveles de conciencias y responsabilidades que nuestra democracia necesita.
Entonces, pregunto, sin saber la respuesta. ¿No sería mejor unas elecciones no obligatorias, donde quienes voten decidan asumir su compromiso cívico con la seriedad pertinente? Obviamente que implica toda una reforma de nuestra ley electoral y por consiguiente de financiamiento político de los partidos y de la calidad educativa de la ciudadanía.
Es posible objetar esta posibilidad, argumentando que las estructuras partidarias más grandes tendrán más capacidad de cooptación en el contexto de elecciones no obligatorias. De todos modos es algo que solo pienso en voz alta sin verdades reveladoras, pero quizás sea preciso dejar de subestimarnos y subestimar a aquellos que piensan que el voto elegido es representativo de sus expectativas.
Ahora me toca aclarar que no defiendo a Pino Solana ni a su agrupación, solo protesto contra una lógica que siempre necesita establecer urgencias para evitarnos la tarea de reparar las heridas más serias y terminamos poniendo el carro delante del caballo. Es así como antes de discutir que pasó con los responsables políticos de la masacre del puente Pueyrredon, es mas urgente votar la lista que incluye a los responsables de dicha masacre. Porque siempre una masacre puede ser peor que la anterior y enfrente están otros sujetos más horrendos.
¿Tengo que votar a representantes sindicales que votaron las leyes de flexibilización laboral? Aclaro que mi sueldo como empleado público después de 10 años de trabajo asciende a la estrepitosa suma de mil seiscientos pesos. Como diría un amigo mío: “Es un poco raro, ¿no?”
Quienes me conocen se preguntaran porque no hay un solo párrafo destinado a los partidos de izquierda. Sencillamente, no se lo merecen. Solo una pregunta: Si la alianza del PJ kirchnerista, es con el Partido Comunista, ¿por qué este último no se ha hecho cargo de tal alianza y no ha salido en su militancia a defenderla? Cabe aclarar que es una alianza que me parece correcta, algo atemporal, pero correcta, si es que hay vocación de construir algo durable políticamente. Lamentablemente no hacerse cargo de tal alianza, implica asumir la carencia de expectativas de sus propios integrantes sobre dicho proyecto.
Por último.
¿Voto útil o inútil? La vedad que no me queda claro nada. Solo sé que hay políticas, que hay que defender en un futuro y que fueron promovidas por los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández, pero también sé que hay que asumir la responsabilidad que nos cabe a todos en el crecimiento de esta derecha.
Espero que los intelectuales que han venido debatiendo hasta ahora, puedan dar un paso superador en su rol y trascender los muros de la Biblioteca Nacional, para que dejemos de subestimarnos unos a otros y podamos construir una democracia cada vez más adulta.
Estas líneas tienen como experiencia perceptual al concierto del día 20 de mayo en el Teatro Gran Rex.
Luego de la visita de Ornette Coleman, a quien no pude escuchar, lo que hizo que me quedara masticando bronca durante algunos días, no quise sufrir otro desencuentro, esta vez con la inmensa Caassandra Wilson.
La crítica sobre el show, el funcionamiento técnico y profesional, no es algo que tenga ganas de recuperar o de lo que quiera hablar en estas pocas líneas, de ello seguramente se ocuparán los críticos. Solo diré al respecto que habiendo leído algunas de las críticas posteriores al concierto, debo decir que no coincidí del todo con ellas.El show comenzó con la participación de todos los músicos, excepto Cassandra, en una sesión bastante free, pero por free no menos desacoplada, dificultad que se hizo más evidente al momento de recibir a Cassandra con sus primeras sílabas. Los desajustes fueron desapareciendo, con el correr del show.
Lo que me importa rescatar es la experiencia perceptual de escuchar cantar a alguien fuera de serie, en el más estricto sentido de esta frase.
Lamentablemente uno se sienta, se acomoda, se apoltrona y se relaja frente a Cassandra sin la indicación previa de purgar sus oídos de la contaminación auditiva y sonora que nos provee la ciudad de Buenos Aires.
Habituados a que algún virtuosismo se abra paso por las telas de arañas tejidas por la urbe en nuestros oídos y nos despabile, la experiencia con Cassandra Wilson requiere de otra cosa, de otra preparación para el disfrute.
Con esto no quiero decir que sea solo para algunos escuchar a Cassandra, todo lo contrario, lejos estoy de plantear algún tipo de elitismo y esnobismo frente a ella. De hecho ni siquiera pienso, en estas líneas, en las competencias músico-culturales para el disfrute. Solo planteo que deberíamos poder purgar nuestra contaminación y hacer de cuenta que volvemos a escuchar las pronunciaciones más sencillas y fáciles como las más bellas.
Despertar y encontrar a Cassandra cantando en nuestras cocinas mientras nos prepara un desayuno es lo más cercano que se me ocurre para intentar familiarizarnos con lo que Cassandra ofrece sobre un escenario. Un desayuno con amor, mucho sentimiento y swing, con la ausencia de bedetismos innecesarios, así produce su manifestación artística la bella dama nacida en Mississippi
Es un modelo de escucha, el que requiere esta cantante, al que nos hemos desacostumbrado, y el que es difícil de alcanzar a las diez de la noche, al comenzar el concierto. Está de más decir que esta falta de hábito (y deshabito) atenta contra el disfrute de una cantante como Cassandra Wilson y de muchas otras manifestaciones musicales, sonoras y teatrales.
Solo espero que nuestra contaminación sonora se purgue y el despertar se extienda sobre las horas de nuestros días.
S.Ch.
Cassandra Willson, voz
Marvin Sewell, guitrras
Herlin Riley, batería
Lekan Babalola, percusión
Jonathan Batiste, piano
Algunos discos: Traveling Miles Belly Of The Sun Glamoured Thunderbird www.cassandrawilson.com