jueves, 8 de octubre de 2009

Arenosa, arenosita...
















Han pasado algunos días desde el fallecimiento de Mercedes Sosa. Desde el mismo día de su muerte he tratado de estar exento de presenciar, sea medíaticamente o de cuerpo presente, la liturgia necrológica.

Obviamente que tal actitud se corresponde con un intento de preservación de mí mismo. Intentaba huir a mis propias contradicciones, huir de esos pre - juicios, (viejo vicio autoritario), forjados, los de ésta índole, en épocas recientemente pasadas como universitario. En una de las facultades vinculadas al pensamiento social  en la que se concebía, como un imperativo categórico, que todo agente de la cultura debía ser algo así como la encarnación de la voz de una “buena” conciencia social ilustrada, “emancipada” de los vicios y de las argucias burguesas que el estado pergeña para todos nosotr@s.
De más está decir que no pude guarecerme demasiado de mis contradicciones y acá estamos…

Desde los días de la agonía de Mercedes Sosa (y sobre todo en esos días) hasta estos días transcurridos, me ha tocado escuchar manifestaciones discursivas raras sobre el quehacer de la “Negra”, como aquella que dice “no es una música que yo escuchara”, o la que reza “no la tenía muy escuchada”.
Digo “raras” por no decir algo un poco más grosero que quizás me cueste un desatino con el tiempo. Nadie que esté rondando, viniendo desde abajo, la preocupante y psicoanalítica edad de treinta años, ni aquellos que la hayan superado holgadamente, pueden sostener semejante boludez de “no la tengo muy escuchada”, es casi lo mismo que decir no tengo escuchado “Cambalache” (digo Enrique Santos Discépolo, por las dudas yo esté equivocado) o decir no tengo escuchado a Carlos Gardel.

No hizo falta, para much@s, comprarse los discos, ni los cassetes, ni muchos menos los mp3, y sentarse en el mejor lugar del rancho, la casa, el departamento, el departamentito, la casa chorizo o donde mierda se viva como para haber escuchado a Mercedes Sosa. Ella, como algun@s otr@s, se ha escuchado aún a nuestro pesar.

Solo caben aquellas frases ninguneras, en una mezquina actitud segregacionista del acervo de la cultura popular. Actitud fea, que si bien no niega la diversidad, juega al estrabismo. Actitud de mierda que intenta operar sobre la tan poca cosa llamada Cultura, y que no puede, nunca, consumar su intención veladora. Es solo un gesto estéril, inocuo, vacista, un atisbo de elitismo que deja en ridículo al bolud@ discente.

Desde hace un tiempo quien escribe intenta despojarse de los prejuicios de la academia izquierdista, de las sogas manipuladoras de los pensamientos progresistas, y trata de no solicitarle peras al olmo, de no solicitarles a los actores, que mantienen alguna disciplina vinculada a las artes, que se conviertan en cientistas sociales, en iluminadores de nuestras conciencias. Esto sería tan injusto como pedirles a los sociólogos, politólogos, filósofos, comunicadores, etc, etc. (salvo en raras excepciones seguramente) que canten lo mínimante afinados que se requiere, como para que una vez instalados en el campo gardeliano, el propio Carlos Gardel se les cagara de risas con la misma crueldad con que se les solicita acierto en los análisis históricos sociales, a los cantantes y demás agentes de las artes.

Si somos tan inteligentes como creemos quizás sea mejor darnos cuenta de que son innecesarios esos snobismos atemporales, mezquinos. Quizás sea mejor ejercitar nuestra inteligencia en otros juegos de la lengua. De persistir en estas actitudes mezquinas, que solo quitan responsabilidad a cada cual en su menester, corremos el riesgo de malgastar las gracias de las la ironía. Conviene seguir aprendiendo en este, como seguramente en muchos otros aspectos, de Carlitos, sí Carlitos… Carlitos Marx, quien con fineza solía reírse de Proudhon con manifestaciones como: "El señor Proudhon tiene la desgracia de ser singularmente desconocido en Europa. En Francia se le conoce el derecho de ser un mal economista, porque tiene fama de ser un buen filósofo alemán. En Alemania se le reconoce el derecho de ser un mal filósofo porque tiene fama de ser un economista francés de los más fuertes. En nuestra calidad de alemán y de economista a la vez, hemos querido protestar contra este doble error"*. La altura de Marx radica en que intervenía socarronamente sobre un contrincante de su peso y de su categoría, en momentos donde se definía modelos posibles de pensar y abordar lo social.


Ah… antes que me olvide pido perdón a l@s pacat@s por los exabruptos, a l@s machistas por las arrobas, a l@s literatos y lingüistas por el mal uso de la jerga boxística, y a l@s bolud@s por la crítica.


S.Ch.



* Karl Marx, Prólogo, en "Miseria de la Filosofía", Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1981, p.9.
Fotografía extraída de http://www.mercedessosa.com.ar/